A solo unos días de que el proceso electoral en Morelos entrara en fase de ebullición tras la filtración de una falsa conversación telefónica en la que la candidata de Morena a la gubernatura, Margarita González Saravia, pedía supuestamente a Javier El Gato García Chávez que los Servidores de la Nación amenazaran a la gente con el retiro de programas sociales si no votaban por ella, el estado vuelve a arder con el secuestro y asesinato del periodista y productor de contenidos digitales Roberto Carlos Figueroa.

En el medio periodístico local se afirma que Figueroa fue acusado, en círculos de Morena, de ser el responsable de “producir” con inteligencia artificial el falso audio.

Productor y conductor de “Acá en el show”, un portal que desde 2020 se caracterizó por sus ácidas y virulentas críticas al gobierno de Cuauhtémoc Blanco, y que exhibía, además de los excesos del gobernador y de sus más cercanos colaboradores, problemas de corrupción, nepotismo, inseguridad, movilidad y cacicazgos, Figueroa fue uno de los comunicadores que jamás se benefició del esquema de triangulación de recursos diseñado por el gobierno de Blanco para “favorecer” a medios y periodistas, y que significó el desvío de millones de pesos disfrazado de “apoyo a la inversión”, según se ha documentado.

Hacia las 8 de la mañana del viernes la pasado, la esposa de Figueroa recibió una llamada en la que este le pidió que le reuniera dinero. El periodista había salido de su domicilio en Huitzilac con rumbo a Cuernavaca, para llevar a la escuela a sus hijos. La mujer escuchó que alguien gritaba que si avisaba a la policía el periodista sería asesinado. Logró reunir el dinero solicitado —25 mil pesos, de acuerdo con compañeros de la prensa—, y lo llevó al sitio que le indicaron, ubicado a una hora de Cuernavaca. La negociación constó de tres llamadas. Los captores del periodista aseguraron que al recibir el pago lo abandonarían en la comunidad de Coajomulco, en Huitzilac.

Alrededor de las seis de la tarde una denuncia vecinal informó que un Ikon blanco con un cadáver dentro había sido hallado, precisamente en Coajomulco, en un camino de terracería. El cuerpo de Figueroa, maniatado y con un disparo en la cabeza, se encontraba en el asiento trasero.

¿Se trató de un secuestro exprés, producto del azar, y Figueroa fue ejecutado cuando los secuestradores advirtieron el problema que se habían echado encima (la Guardia Nacional, el Ejército, personal de la fiscalía llevaban horas buscándolo)? ¿O solo se fingió un secuestro para justificar su asesinato? Son algunas de las preguntas que periodistas morelenses se hacen.

Un día después de los hechos, frente a la Ofrenda a las Víctimas que se halla en el Palacio de Gobierno, los periodistas condenaron el “duro golpe a la libertad de expresión en la entidad”, e hicieron referencia a “las constantes agresiones que se expresan en amenazas, intimidaciones, ahorcamiento financiero de los medios y criminalización de la función periodística”.

Ahí, exigieron a la fiscalía que resuelva el caso con celeridad y seriedad, y tome como línea principal la labor periodística de la víctima. Exigieron también al Ejecutivo estatal que “deje aventar culpas”, se asuma como responsable de la seguridad interna en el estado y no intente “eludir el asunto culpando solo a la fiscalía”.

“Ninguna familia en Morelos está a salvo”, expresaron en un comunicado que firmaron decenas de comunicadores.

Más tarde se leyó un mensaje estrujante, enviado por la esposa del periodista:

“Solo me gustaría recalcar que la inseguridad que se vive en el estado nos vulnera en todos los sentidos y hoy me han arrebatado a mi esposo y a mis hijos les han quitado un padre. Ver a mis hijos llorar por su papá, saber los terribles momentos que vivió mi esposo en las últimas horas ha generado una impotencia indescriptible en mi ser. Hace falta un periodista, a mí me hace falta mi esposo y a mis hijos su padre”.

El cuerpo de Roberto Carlos Figueroa fue abandonado en una zona, Huitzilac, en la que prácticamente no existen cámaras, y en un municipio arrasado por la operación de bandas criminales cuyos nexos con agentes y funcionarios estatales han quedado registrados.

¿De qué se trató el asesinato de este periodista? ¿Fue en verdad un secuestro más en un estado en el que Cuauhtémoc Blanco legará a quien lo suceda un repunte en delitos de acto impacto como el feminicidio y el homicidio doloso, un alza en el secuestro, la extorsión, el robo en transporte público, el despojo, el robo de vehículo y el asalto a transportistas?

Decenas de periodistas de Morelos se han unido para exigir que el crimen se esclarezca. Es preciso acompañarlos, no permitir que el caso sea tragado, oscurecido por la vorágine de sangre que marca las horas finales del sexenio más violento en nuestra historia.

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