Una nueva escalada de violencia azota a Haití desde el pasado fin de semana. Jimmy Cherizier, alias “”Barbecue", líder de la banda G9, declaraba el 5 de marzo “Si Ariel Henry no dimite […] iremos directos a una guerra civil que desembocará en un genocidio”.

Si bien el genocidio parece una amenaza desproporcionada, el caos y colapso del país no lo es. Ni tampoco la posibilidad de una guerra civil. Haití es hoy un país en el límite de convertirse en un Estado fallido. De acuerdo con las cifras oficiales, aproximadamente el 80% de la capital del país, Puerto Príncipe, se encuentra hoy en manos de grupos criminales cuyo objetivo es derrocar al gobierno de Ariel Henry, el actual presidente del país.

Ariel Henry llegó al poder luego del homicidio de Jovenel Moïse en el tumultuoso 2021. Desde entonces, Henry se ha desempeñado como Presidente sin haber convocado a elecciones para refrendar su legitimidad en el cargo.

Por su parte el Departamento de Estado de Estados Unidos, presiona por la renuncia de Henry para aplacar a los grupos criminales, sin embargo, aún si esta se diera, esto sería apenas una medida provisional para calmar los ánimos, pues la violencia de los grupos criminales encuentra su origen también en su interés de fortalecerse frente a la posibilidad de un despliegue de fuerzas de Naciones Unidas lideradas por Kenia.

Precisamente en Kenia se encontraba el presidente Henry, terminado de cerrar los pormenores del acuerdo del despliegue aprobado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en octubre pasado. Los ataques del crimen organizado se han dado en puntos críticos, empezando por el Aeropuerto en la capital que es el más grande del país, equipo de telecomunicaciones, estaciones de policía y el asalto a dos de las prisiones más grandes con la liberación de unos 3700 reclusos.

Hoy los haitianos viven en una situación de absoluto desorden. Se esconden tras barricadas para protegerse de los tiroteos e intentos de secuestro. El estado de excepción dictado por el Ministro de finanzas en funciones de Presidente ante la ausencia de Henry, terminó ayer.

La crisis actual, lamentablemente no es nueva. Sin embargo, el poder político, económico y militar de las bandas criminales no ha hecho más que crecer desde el homicidio de Moïse. Su poder se extiende fuera de la capital y se ha ensañado con la población que vive en las regiones agrícolas. Hoy las bandas controlan el suministro de alimentos, lo que ha creado un enorme problema que roza ya la hambruna entre los haitianos.

Con la situación como se encuentra hoy, parece difícil que Henry pueda volver a ocupar la silla presidencial. No porque Henry sea visto como legítimo, de hecho los escándalos de corrupción y el hecho de no haber sido nunca ratificado por el Parlamento son parte importante de la falta de legitimidad de su gobierno.  Sino por el vacío de poder que genera su ausencia.

Un vacío de poder generado que, como se ha visto, es rápidamente ocupado por los criminales. La renuncia de Henry y el proceso para designar a un gobierno de transición podría abrir la puerta a un mayor deterioro de la situación, al grado que podría volver a la misión de seguridad aprobada desde octubre y que sería liderada por Kenia en un esfuerzo inservible.

Está por tanto por verse, si Haití podrá sostener el proceso electoral agendado para Agosto del próximo año. Lamentablemente, el que lo logre dependerá de la ayuda internacional y de la voluntad de los propios grupos criminales.

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