Miramos a la calle y encontramos propaganda electoral. Observamos el televisor y vemos a personas que repiten lo que un teleprompter les va diciendo. A donde sea que el ciudadano voltee se encuentra con lugares vacíos y la nula presencia de ideas. ¿Tendremos que decidir entre quien hable gracioso o tenga la mejor foto? ¿Nos conformaremos con discursos huecos que enuncien los problemas y no digan el cómo serán resueltos?

Cuestionemos: ¿qué cosa es el poder? Sabemos que no es algo tangible ni acumulable. Podemos pensarlo como fuerza, no en el sentido corporal, sino como la capacidad de una persona de generar mecanismos e influir en decisiones políticas, económicas, sociales y culturales, de una República que beneficien a la sociedad y procuren el bien común. El poder otorga recursos materiales, económicos y humanos para influir en el destino de una nación. Quien llega a esos espacios, me refiero únicamente a los políticos, tendría que construir políticas públicas encaminadas al desarrollo del país.

Las campañas sirven para conocer la manera en que utilizarán el poder quienes aspiran al él. ¿Será en beneficio personal o de grupo? ¿Tendrán la capacidad de generar acuerdos con los distintos sectores y gobernar desde la pluralidad? ¿Gobernarán con ética y sentido práctico? ¿Cuáles son sus trayectorias? ¿Qué han hecho en beneficio de la sociedad desde otros cargos públicos? Y sobre todo: ¿Qué proponen?

El ciudadano intentará responderse en medio de campañas que se centran en el ataque –no comparto la idea de quienes apuestan por la guerra sucia, eso no fortalece a la democracia sino que la debilita– cuando los votantes quieren propuestas e ideas que les digan de forma clara: ¿cómo se resolverán los problemas?

Pero, ¿por quién votar si no hay ideas ni propuestas y solo existen descalificaciones y lugares comunes?

El ciudadano se encuentra en medio de una trampa: el silencio ruidoso. Bastante contaminación visual y auditiva que no dice nada. Cuando todos los días vemos el despilfarro irracional del dinero público contaminando la ciudad con lonas, carteles, espectaculares que solo replican el nombre y la cara de la persona. Podemos ser más específicos y recordar la nota que apareció el pasado 19 de marzo en El Universal, donde se menciona que en solo once días de campaña quienes aspiran a la Jefatura de Gobierno gastaron 11 millones de pesos para propaganda en calles y operativos de campaña. Santiago Taboada gastó 8 millones 368 mil pesos, Clara Brugada 2 millones 78 mil pesos y Salomón Chertorivski 815 mil 692 pesos. Comparemos el dinero con la preocupación que los tres han externado respecto a la crisis hídrica que se vive en la ciudad. En promedio una pipa de agua de 5 mil litros tiene un costo de 950 pesos. ¿Cuántas pipas hubieran comprado en beneficio de las familias que por semanas no han tenido agua? Taboada 8,808, Brugada 2,189 y Chertorivski 858. Nos volvemos a preguntar: ¿para qué quieren el poder? ¿Cómo van a utilizar el recurso público? ¿Hay congruencia entre lo que dicen y hacen?

Es tiempo de propuestas y no de ocurrencias. Permitámonos salir de los lugares comunes y planteémonos las ideas que generen un debate sobre el futuro del país. A medida que la sociedad generé una cultura política democrática tendremos campañas calidad y por ende mejores gobiernos.

Hasta aquí Monstruos y Máscaras…

Próxima entrega: Tiempo de propuestas y no de ocurrencias (1): Ética y corrupción.

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