En las entregas anteriores hemos mencionado los temas de corrupción y violencia que se padecen en nuestro país; el problema ha sido querer hacer frente a la ilegalidad de la producción, el tráfico y la venta de drogas mediante una guerra frontal y sin estrategia. Desde que Calderón inicio esta guerra y hasta diciembre de 2023 se habían cometido 441,329 homicidios. Una tragedia que ha dejado una herida profunda en la sociedad mexicana.

La guerra frontal no ha funcionado, sus resultados lo dicen: la droga se sigue consumiendo y traficando a los Estados Unidos, principalmente; cientos de muertos y desaparecidos; los distintos órdenes de gobiernos han sido corrompidos e infiltrados por el crimen organizado.

¿Qué debemos de hacer? Cambiar la estrategia. Pero, ¿a cuál?

Remitámonos a la historia para encontrar respuestas: en 1920 en los Estados Unidos entró en vigor la Ley Seca, la cual prohibía la producción y venta de bebidas alcohólicas. La consecuencia fue la aparición del mercado ilegal, surgieron los grandes gánster como Al Capone. Ante esta realidad, el presidente Franklin D. Roosevelt firmó el Acta Cullen-Harrison con la que se legalizaba la venta de licores.

La medida no terminó con el consumo de bebidas alcohólicas, pero si contribuyó a disminuir el poder de las bandas criminales.

Ese momento histórico exige analizar desde más perspectivas el problema de la droga en México. La salida que se tomó no ha dado resultados, por ello como una necesidad, urgente, se debe de cambiar el modelo, lo que implica dejar de lado la parte moral y acercarse al fenómeno con objetividad.

Es urgente que en México se abra la discusión respecto a la construcción de una estrategia integral para combatir la violencia en nuestro país y esto implica plantear la posibilidad de la legalización, paulatina, de las drogas.

Es necesario partir desde una visión científica y académica que permita tener datos, serios, sobre los pros y las contras que implicaría realizar una acción de esta naturaleza.

De entrada podemos vislumbrar que la despenalización generaría una baja en el precio de la droga provocando que el negocio deje de ser rentable para las agrupaciones que hoy lo disputan; el Estado tendría el control a través de la regularización de la venta de las drogas, como sucede con el alcohol, obteniendo un nuevo ingreso a través de los impuestos que se cobrarían y que tendrían que utilizarse para crear un programa integral de prevención del consumo de sustancias psicoactivas.

Pensar en la despenalización implica un acuerdo multilateral, ya que el problema concierne a todas las naciones, en espacial a los Estados Unidos que son el principal consumidor.

Los contras es que la despenalización terminará con las bandas criminales pero no con el consumo, por ello el eje central tiene ser la educación. Así como se tiene que educar para tener una sociedad ética también se debe de tener una materia de prevención de las adicciones y se tienen que construir clínicas de atención para las personas con problemas de adicción.

Cambiar de estrategia implica mirar al problema desde una visión de salud y de educación, y ello lleva un proceso que tomará tiempo, por ello legalizar las drogas puede ser una acción inmediata que reduzca los altos índices de violencia.

Hasta aquí Monstruos y Máscaras…

Próxima entrega: Tiempo de propuestas y no de ocurrencias (4): El sistema de salud.

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