El lunes pasado, Jesus Silva-Herzog Márquez publicó en Reforma un artículo titulado “El otro arroz”, un texto muy criticado en redes sociales por, supuestamente, aparecer como una "rendición” ante lo que parecería un triunfo inminente de Claudia Sheinbaum y hacer “eco” de la narrativa gubernamental y sus apologistas, de que ese “arroz ya se coció” y que el triunfo de Morena era solo una cuestión de tiempo.

Sin la intención de defender a alguien a quien respeto y que considero capaz de defenderse solo, es crucial señalar lo que parece ser una interpretación errada de su artículo. Más importante aún es reflexionar sobre el impacto a largo plazo de los comentarios de Silva-Herzog.

“El populismo se ha consolidado como régimen”, subraya Silva-Herzog en su texto. Esta observación no refleja un deseo o una postura política, sino una interpretación de nuestra realidad actual.

El populismo se fundamenta en la división, enfrentando al "pueblo" contra una "élite" que los propios populistas tildan de corrupta, con el objetivo principal de socavar los controles institucionales sobre el ejecutivo, esenciales para la democracia. Esta "élite" incluye a quienes se oponen al líder populista y su concentración de poder, como políticos opositores, medios de comunicación independientes o instituciones democráticas.

Existen ejemplos de democracias que resistieron los ataques populistas pero eventualmente sucumbieron a una ruptura democrática. Turquía o Hungría son ejemplos de naciones que se han deslizado hacia la autocracia. Aunque los ejemplos de un retorno a la democracia, como el mencionado por Silva-Herzog, son escasos, lo ocurrido en Polonia podría dar esperanzas, aunque el proceso es tan reciente que el resultado es aún incierto.

En Estados Unidos, el discurso de Trump ha calado tan profundo en la sociedad que muchos de los candidatos que compitieron por la nominación republicana lo adoptaron como propio. Una parte del Partido Republicano se ha distanciado de la narrativa democrática. Trump ha creado una nueva base de votantes que respaldan sus ideas, independientemente de si él es quien las propone o si es el candidato en turno. El Trumpismo, como el Bolsonarismo en Brasil son hoy realidades sociales incontestables.

El arraigo social del discurso populista es también un hecho indiscutible. No obstante, el verdadero riesgo del populismo no reside en la narrativa, sino en la transformación ideológica e institucional que conlleva. A ella se refiere Silva-Herzog.

Este fenómeno se observa en el obradorismo. La polarización social fomentada por el populismo obradorista en los últimos cinco años es palpable en México, afectando no solo la narrativa, sino también las instituciones democráticas. El desgaste del Poder Judicial, la Suprema Corte, el INE, los organismos autónomos, así como el papel del ejército, nos llevarán a profundas reflexiones sobre su futura transformación. De ganar Xóchitl Gálvez, el desafío de restaurar la credibilidad institucional será mayúsculo, especialmente lo será el de retirar al ejército de las funciones civiles en las que López Obrador lo ha incrustado.

El obradorismo tiene una base social alimentada con los subsidios en efectivo de los programas sociales, ha creado una red de complicidades de la que hoy dependen millones y funciona bajo reglas diferentes a las que conocimos antes. El obradorismo funcionará aun sin López Obrador pues éste se ha encargado de arraigarlo a base de desmontar parte de nuestra institucionalidad democrática.

El debate trasciende la concordancia o discrepancia con Silva-Herzog; radica en comprender una realidad que, indudablemente, planteará desafíos para la administración del próximo gobierno. La desmantelación de la narrativa populista y su institucionalización en México no será tarea breve ni sencilla. Es imperativo reconocer que el inicio de ese cambio debe ser una respuesta electoral contundente contra el populismo, dada la amenaza que este representa para la integridad de nuestra democracia y de nuestras instituciones. Está en nuestras manos iniciar la preparación de un “nuevo arroz", uno que nutra un futuro democrático más robusto y resiliente.

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